A casi 20 años de la tragedia del río Blanco en Jimaní, esa comunidad del sur de la República Dominicana continúa conmocionada por los recuerdos de la devastadora inundación ocurrida el 24 de mayo de 2004.
La inundación causó inmensas pérdidas de vidas y propiedades, dejando una profunda cicatriz en la comunidad, por eso en cada vez que llueve y se produce una crecida del río Blanco o Soliette, se crea una gran preocupación en los moradores de Jimaní rememorando los fatídicos hechos del desbordamiento del 2004, que provocó más de 400 muertes.
En las primeras horas de ese 24 de mayo, fuertes lluvias desataron un torrente de agua por el río Soliette, que atravesó el pueblo de Jimaní, tomando a los residentes con la guardia baja.
La repentina y ferocidad de la inundación arrasó con casas, edificios y personas, dejando un rastro de destrucción a su paso.
La cifra oficial de muertos fue asombrosa para un pueblo del tamaño de Jimaní.
Muchos más quedaron sin hogar y heridos, mientras que se perdieron innumerables pertenencias y efectos personales.
La inundación también causó daños importantes a la infraestructura, incluidas carreteras, puentes y redes de comunicación.
Las secuelas y los esfuerzos de recuperación
El gobierno dominicano declaró el estado de emergencia y movilizó esfuerzos de socorro para brindar asistencia a las familias afectadas. Las organizaciones internacionales también intervinieron para brindar ayuda y apoyo.
En los años posteriores a la inundación, el pueblo de Jimaní se embarcó en un largo y arduo camino hacia la recuperación. Se reconstruyeron viviendas, se repararon infraestructuras y los negocios reabrieron gradualmente.
Sin embargo, las cicatrices emocionales de la tragedia persistieron, mientras las familias lloraban a sus seres queridos perdidos y lidiaban con el trauma del evento.
Lecciones aprendidas y esfuerzos en curso
La tragedia de Jimaní destacó la importancia de la preparación para desastres y las medidas de mitigación de riesgos.
En los años posteriores, el gobierno dominicano ha implementado varias iniciativas para mejorar los sistemas de alerta de inundaciones, fortalecer la infraestructura y educar a las comunidades sobre los riesgos de inundaciones.
A pesar de estos esfuerzos, el riesgo de inundaciones sigue siendo una preocupación para Jimaní y otras comunidades a lo largo del río Soliette.
El clima en constante cambio y la creciente frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos subrayan la necesidad de una vigilancia continua y de medidas proactivas para proteger vidas y propiedades.
La tragedia de Jimaní sirve como un crudo recordatorio del poder destructivo de la naturaleza y la importancia de estar preparados para tales eventos. La resiliencia y determinación de la comunidad frente a la adversidad son un testimonio de la fuerza del espíritu humano.
El número oficial de muertos es de 400, pero algunas fuentes locales estiman que la cifra puede ser mucho mayor de 2000.
Se estima que más de 1000 personas resultaron heridas en la inundación y más de 5000 personas se quedaron sin hogar como resultado de la inundación.
La inundación causó daños por valor de millones de dólares en infraestructura y propiedad privada.
Las fuertes lluvias que cayeron en la región durante varios días provocaron el desbordamiento del río Soliette la ciudad de Jimaní no tenía un plan de emergencia para inundaciones.
La tragedia fue un evento devastador que tuvo un impacto profundo en la comunidad sirvió como recordatorio de la importancia de la preparación para desastres y la mitigación de riesgos.